Un niño campesino (Jaime) llega a
la ciudad en circunstancias difíciles su padre ha emigrado a otro país (Europa)
ante la dificultad de no poder sostener económicamente a su familia. Jaime
sintió rabia al ver que su padre se desvanecía entre la multitud con ojos
llorones empezó a correr sin dirección cuando a Jaime se da cuenta casi
lo atropella un bus pero una niña harapienta se le acercó y le empezó hablar y
le dijo, ¿no conoces la canción del semáforo?
Se acercó un bus luego de
platicar, se van montados en la parte trasera de un autobús pero un
policía se acercó y pito y la niña le saco la lengua y miro a Jaime con una
sonrisa. La flaca le pidió a Jaime que le comprara un chocolate o si no, no
podía vender más chocolates, pero Jaime le dijo que por que había cogido el
dinero del bolsillo sin que se diera cuenta, él pensó que la flaca había cogido
el dinero sin permiso pero flaca dijo que ella no había robado el dinero ella
lo cogió pidiendo permiso y tomando prestado. Luego de mucho tiempo la
flaca le presenta a los demás niños, se llamaban “El Negro José”, “El
Bota-La-Pepa” y “La Canguro”.
Luego de varios días, en un día muy
soleado Jaime se había sentado debajo del árbol procurando no mirar a Calzón
Tierno le daba miedo y desconfianza. Se quitó el suéter porque sentía calor
mirando con curiosidad a su al rededor, había una niña pequeña, con una bebé
cargada en la espalda, vendía chicles. Los dos niños que vendían caramelos
también limpiaban los parabrisas de los carros se vestían con pantalones
deshilachados amarrados con una soga en la cintura y unas botas negras de
caucho. La mayoría de la gente dentro de los carros cerraba sus ventanas y les
hacían gestos de mal genios a los niños ante su insistencia.
A Jaime se le hizo larga la mañana y
sintió sueño se quedó dormido. Cuando de repente la Flaca le tiraba
piedrecitas, molesto le gritó ¡deja de tirarme piedras! Conste que quería
devolverte tu suéter, el niño Bota la Pepa se lo quería llevar pero la niña se
lo quitó. Bota la Pepa caminó hacia ellos y les hizo una mueca amigable dejando
ver que le faltaban dos dientes de arriba. La Flaca amenazadora dijo: ahora ya
sabe que eres mi amigo no va a volver a robarte el suéter sino le volaré los
otros dientes. Bota la Pepa era un niño de ocho años con el cabello rapado.
También el niño negro se acercó donde ellos y se presentó como el Negro José
tenía ojos inquietos y observaba todo, dijo a los niños podemos hablar un
ratito ahora que Calzón Tierno se fue a ver cómo iban los negocios en las otras
calles. Bueno pero lo primero es lo primero dijo la Flaca tengo que asegurarme
que Jaime pueda quedarse a vender chocolates y hay que pedir autorización, no
puede hacerlo sin permiso. ¿Sin permiso de la policía? preguntó Jaime, los
niños se reían, ¡Que bruto eres! se burló la Flaca la policía no toca ningún
pito por aquí- La que manda es la Tía Meche- ella decide quién trabaja, dónde,
cuándo y cómo. El Bota la Pepa movía la cabeza afirmando lo que decía la Flaca,
por qué no habla preguntó Jaime, porque no puede y nadie sabe la razón pero
dicen que tiene una pepa atravesada en la garganta y que por eso no habla,
Jaime sintió lástima por el niño. Bota la Pepa empezó a girar los ojos e hizo
una mueca, le enseñó un tatuaje que tenía en el brazo era un avión que parecía
moverse cuando estiraba el codo, Jaime recordó a su padre en el aeropuerto y su
escapada no dejó que esto lo ponga triste por mucho tiempo, había decidido
volverse un vendedor callejero en la ciudad y ganarse la vida como La Flaca, el
Bota la Pepa y el Negro José. Y emprendieron el viaje hacia el sur de la
ciudad.
Cuando los dos niños fueron hacia el
sur de la ciudad, ellos tenían que llegar a la casa antigua, apenas llegaron a
la entrada a la casa, la casa estaba cubierta de madera y los sonidos salían
por la ventana y en ese momento Jaime y flaca pudieron entrar y escucharon una
voz masculina después ellos entraron y el profesor lo llevo a donde la tía
meche. Cuando llegaron, la tía meche pensó que flaca era novia de Jaime pero
flaca le conto que si Jaime podía vender chocolates en la calle y la tía meche
dijo que sí.
La entrevista de la tía meche duro un
poco. La tía Meche sacó de un cajón de su escritorio una cámara y en
medio de bromas tratándolo de novio de la Flaca le tomó varias fotos de frente
y de perfil.
Cuando ya salieron de ese lugar
Jaime empezó con las preguntas -Tú no me llevaste donde la tía Meche solamente
para pedir permiso para que yo trabajara contigo- ¿no? ¿Por qué no me dijiste
la verdad?
- Ah porque me olvidé, Futre, pero
que importa vas a trabajar conmigo y luego vas a tener un trabajo mejor, te
tomó fotos.
Jaime no sabía qué hacer, y para
colmo tenía hambre, pasaron junto a un basurero y la Flaca se detuvo para
buscar algo, encontró una caja de cartón con un pedazo de pizza, se sentaron en
la acera a comer, a Jaime le pareció lo más delicioso que había probado en su
vida, tenían sed y se fueron a la plaza mayor donde tomaron agua de una fuente,
antes de que los guardias que andaban por ahí los mandaran.
La noche estaba fría y la Flaca
decidió que era mejor irse sola a su refugio, ya que Jaime no había tomado
una decisión, llevando unos periódicos lo acompañó hasta una puerta, mientras
tanto la niña tendió los periódicos para que él durmiera y se fue.
El niño no estaba seguro que a lo
mejor la Flaca estaba bromeando que por ser de la ciudad, sabía algo que él no
conocía.
La niña suspiró y dijo: Cuando los
ángeles lloran, sus lágrimas son bolitas de caramelo, pero no de los ángeles
grandes, sino la de los más chiquitos que lloran durante la noche, las
panaderías dejan su ventana abierta por el calor de los hornos y el viento se
llevan las lágrimas de los ángeles y caen sobre los pasteles.
Jaime jamás había conocido a alguien
como la Flaca que podía conversar de cosas extrañas haciéndolas sonar como
normales, la miraba fascinado. La niña esta vez llevaba unos zapatos viejos
cortados en las puntas para que no le ajustaran en los dedos, y en las
orejas llevaba unas plumas de gallina amarradas con hilos.-Le preguntó al niño
si le gustaban sus aretes.- Jaime le dijo que esos no eran unos aretes, -Ella
le dijo que no sabe de moda. Jaime prefirió quedarse callado porque no conocía
mucho acerca de cosas de mujeres.
La Flaca quería ser modelo y que su
foto salga en todas las revistas y en anuncios grandes. Conducir un carro largo
y elegante con la radio a todo dar y que la gente le vea y que cuando se
acerquen niños vendedores de la calle comprarles todos los caramelos, chicles y
chocolates, y darles propina a los que limpien el parabrisas……
La niña se sentó junto a Jaime y le
dijo que estudiar no quería, Jaime le preguntó si alguna vez había ido a la
escuela, la Flaca le dijo que sí, pero hasta tercer grado, su hermana era la
que se hacía cargo hasta que murió. Le dijo la niña a Jaime explicándole, que
era un trabajo de llevar droga de un lugar a otro. La Flaca tenía ganas de
llorar recordando a su hermana, pero no quería demostrar lástima. Se levantó y
preguntó a Jaime si se iba a quedar o no. Él iba a decir que no, pero en su
interior algo le impulsó a decir que sí pero solo hasta Navidad.
Los días pasaron y un suceso que lo
adormeció en ese instante muchos recuerdos pasaban por la mente de Jaime
el abrió sus ojos con lentitud, se encontraba en una especie de túnel,
escuchaba voces y ruedas deslizándose sobre el piso, un olor le recordó cuando
de pequeño se lastimó y lo llevaron al doctor del pueblo para cocerle la
herida. Trató de ponerse de pie sin lograrlo, Jaime no podía moverse, los ojos
le pesaban y volvió a quedarse dormido. Cuando volvió a abrirlos se encontró
con el rostro de la Flaca que le miraba preocupada.
- Futre, loco, ya te despertaste, el
doctor dijo que ya estabas fuera de peligro pero tienes que cuidarte.
Jaime sonrió, La Flaca había
regresado. Se veía extraña. La niña sonrió y Jaime le hizo una mueca. La Flaca
estaba peinada y con la cara limpia, también vestía ropa nueva. Jaime quería
agacharse para ver si llevaba zapatos nuevos, pero no podía, llevaba un traje
de yeso.
- ¿Y tú, Flaca? ahora también te ves
futre, con ropa nueva.
La niña se levantó de la silla y
caminó por la habitación, haciendo sonar con fuerza las suelas de sus zapatos.
-Son nuevecitos, me los compraron
como premio, y nadie los ha usado- Eran unos zapatos de charol negros con lazo,
-también tengo otros, unos deportivos. ¡Si vieras como corro con esos
zapatos! Pero estos son de señorita, ósea de modelo.
-Oye, Flaca , ¿qué pasó con eso de la
película y de todo?.
Es toda una historia, loco. Cuando
estábamos a medio camino hacia donde me llevaban, me entraron unas iras
tremendas, y me pediste que no me fuera con ellos, entonces decidí no irme, y
en una esquina mientras el semáforo estaba en rojo, abrí la puerta de la
camioneta salté y corrí y corrí, la tipa me gritaba, y ese hombre se bajó de la
camioneta para seguirme, pero corrí más rápido y me escapé.
- Entonces fuiste a la policía- dijo
Jaime.
-No seas bruto, ¿crees que la policía
habría creído lo que yo le contara, y que iban hacer algo por una niña como
yo?.
Ella tenía razón.- La Flaca había ido
a la cárcel de los curitas, quienes le creyeron a la niña, y se había quedado
allí. Llevaron también al Pan Quemado, al Bota la Pepa y al Negro José. Pero
solo se quedó el Bota la Pepa, a los otros niños les gustaba ser libres y
se fueron una noche; la Canguro nunca apareció, pero la estaban buscando. Los
curas se habían comunicado con la policía, descubrieron la pista del señor rico
que le habían secuestrado y gracias a eso lo habían encontrado. Donde hubo
disparos, muertos y heridos. Que a causa del tiroteo Calzón Tierno había muerto
y los otros estaban en la cárcel, en cuanto a la Tía Meche había huido a Panamá
pero la atraparon allá y se encontraba detenida en una cárcel de ese país.
La tía de Jaime había pasado mucho
tiempo en el hospital esperando que él se recuperara, ese momento se encontraba
en el campo, y que volvería el fin de semana, su papá estaba enterado de todo
pero que no podía volver de España porque las circunstancias no le permitían,
pues estaba ilegal, no tenía sus documentos en orden, pero que confiaba en que
algún día podría regresar o mandar a traer a Jaime. El niño cerró los ojos
cansado y no recordaba lo que le había pasado. La Flaca le contó que Calzón
Tierno lo había drogado y que él saltó por la ventana desde el segundo piso,
que por suerte había caído en unas plantas y pero que le habían disparado por
equivocación en el hombro, que se había roto un brazo y las piernas.
Pero pronto se iba a recuperar y
quedar como nuevo, regresaría a su casa y su tía cuidaría de él con gran cariño
porque le dio muchísima pena todo lo que le pasó.
Jaime nuevamente insistió a la niña
que se fuera con él, ella le dijo que no porque era una mujer de ciudad pero le
prometió a Jaime ir a visitarlo algún día, y que él también lo hiciera, ella se
quedaba en el albergue, porque si quería ser modelo tenía que aprender a leer y
escribir, aunque cuando le tomen fotos tenga que poner cara de vaca enferma,
como le decía Jaime.
Los niños sonrieron. La Flaca
pretendió ponerse seria. Lo miró con sus grandes ojos verdes, con esa expresión
que tenía antes de hacer una travesura. Jaime esperó atento, presintiendo que
algo iba a suceder. La niña se acercó y le dio un beso en los labios, Jaime
abrió mucho los ojos. Ahora ella si se había despedido de él con uno de “esos
besos” de las telenovelas. La Flaca se fue pisando fuerte haciendo sonar sus
zapatos
Jaime sentía algo hermoso, no era la
felicidad de volver a su casa, en el fondo de su corazón esa nueva sensación
era por La Flaca.
Escuchó el llanto de un recién
nacido. “Seguro no es un bebé abandonado” dijo él. Lo más probable era que él
también algún día sería papá. Este pensamiento lo sorprendió, nunca antes había
pensado en eso. Pero era verdad, tendría un hijo varón, un niño, porque las
niñas eran un poco complicadas y difíciles de entender. Y a su hijo le
enseñaría a subirse a los árboles, a silbar, y todo lo importante que un niño
debe saber. Y jamás lo abandonaría.